Gracias al ferrocarril, Siberia dejo? de ser conocida u?nicamente como lugar de des- tierro y presidio para convertirse en una tierra prometida en la que los inmigrantes, alentados por el Estado, se asentaron por millones e hicieron florecer la industria y la agricultura. De hecho, Wolmar lo tiene claro: el Transiberiano es lo mejor que le ha pasado nunca a Siberia. Convirtio? una regio?n perdida y distante en parte inextri- cable de la identidad rusa. Y no ha dejado de ser desde entonces la vi?a ferroviaria ma?s importante del mundo.