Tras ser derrotado en la batalla de La Laguna, el guanche Bentorán ha de adaptarse a la nueva forma de vida impuesta por los conquistadores, siempre velando por su mujer y sus dos hijas. Aunque ha sido bautizado con el nombre de Juan Fernández, él sigue fiel a sus costumbres y, a escondidas, le reza a su dios Achamán. Perseguido por mantener sus ideas, se salva al embarcar como emigrante hacia las Indias Occidentales, junto con su familia. En la ciudad de Santo Domingo puede comenzar una nueva vida, pues allí nadie conoce su origen pagano.