Barcelona está muy viva. No hay coyuntura, ni en los tiempos difíciles que corren, que logre detener su iniciativa. Los diseñadores de moda hacen del Born la Meca de la creatividad, las inquietudes artísticas convierten un viejo barrio industrial en el Soho barcelonés, las nuevas tecnologías se apropian de todo un distrito, iniciativas privadas abren museos de lo más insólito, y las estrellas Michelin inundan los restaurantes de los hoteles. Novedades y más novedades en una ciudad que sin descanso reinventa argumentos para ser visitada.
Quizás algunos pensaron que Barcelona necesitaba grandes impulsos, como aquellos de los Juegos Olímpicos del 92 o el Fórum de 2004, para hacer grandes cosas. Se equivocaban. Ciertamente, ya han pasado los momentos de las obras a tutti pleni y los edificios espectaculares. Todo esto ya está hecho y está visto, pero ¿está vivido? Cuando Barcelona ya está vista hay que dedicarse a vivirla. Es la gran paradoja de una ciudad monumental de tanto atractivo estético: se visita para verla, más que para vivirla. Pero Barcelona no es una ciudad de mírame y no me toques, por eso el objetivo de esta guía no es ayudarle a verla, sino incitarle a disfrutarla, a disfrutar de lo nuevo y de lo de siempre.