Voluminoso libro de relatos cortos que esconde tras una portada blandit, que parece adelantar historias más propias de figuritas de Lladró, una de las reflexiones más contundentes y despiadadas que recuerde sobre el ser humano.
En la línea de las magistrales Ayako o MW, Tezuka se adentra en el lado más oscuro de la mente humana desde una perspectiva aparentemente moralizante, en las que el autor contrapone siempre opuestos, la maldad con la bondad, la honestidad con la corrupción, buscando un contraste del que uno podría esperar un mensaje conciliador, incluso humanista si se quiere. Sin embargo, Tezuka se aparta radicalmente de la filosofía de obras como Astroboy para radicalizarse en el pesimismo sobre el hombre, en un descreimiento absoluto, decepcionado, sobre lo bueno que pueda salir de él. No hay clemencia ni compasión en el mensaje de Tezuka, ni siquiera se permite el beneficio de la duda: el hombre es un animal para el hombre, un depredador que no entiende las convenciones del bien y del mal, sólo las de la supervivencia y de la competencia. Hay, es cierto, una cierta idea de justicia poética en las historias de este volumen, pero alejada y apenas esbozada, dejada caer más como la esperanza de su existencia que como el convencimiento de su realidad.
Una obra demoledora, cuya dureza a veces nos hace olvidar la magistralidad narrativa de Tezuka, con una puesta en escena y composición de una fuerza inigualables. Lectura obligada.