*Del gr. úí, acción de ver por los propios ojos
«Las langostas serían perfectas: sigilosos habitantes nocturnos de los fondos más turbios del océano que se alimentan de desechos de otros animales. Y este no es el único lugar común con las perras de mi jauría: tienen un caparazón durísimo que cambian varias veces a lo largo de su vida, para luego comérselo y reponer así la debilidad provocada por la muda. Es considerada un manjar exquisito y de poderes afrodisíacos, pero difícil de matar y potencialmente mortal para personas alérgicas a sus deliciosas carnes, por lo que sólo es apta para paladares experimentados y alejados de prejuicios. Además, es rosa, como nuestra deseada limusina.»