"En nuestros días -escribe Fernando Savater-, Nietzsche aparece entre nosotros como un catalizador de las perplejidades que nos obsesionan: con fascinación equívoca nos atrae y nos repele, nos abisma y nos exalta; nos aterra, nos indigna, pero siempre nos interesa.
"Lo que Nietzsche nos brinda con un talento y una fuerza incomparables, es su provocación, su blasfemia. Pero no como simple injuria contra Dios o la corte celestial. Lo importante es que blasfema contra nosotros, contra ese humanista ilustrado, laico o incrédulo, por lo menos liberal, vagamente partidario del progreso y de las luces, higiénico, cariñoso para con sus semejantes [...], ese humanista que, como tú o como yo, lector, no encuentra salida a lo de la muerte incurable de Dios."