En 1837 Larra se suicidó de un pistoletazo. ¿Qué sucedería si levantara la cabeza? ¿Tienen sentido sus sátiras hoy? ¿Qué tipo de molestos fantasmas interrumpirían ahora sus paseos de poeta? ¿Que le contestaría a la voz mecánica de un call center si le fallara la línea ADSL de su portátil o quisiera clausurar la cuenta telefónica de su móvil?
El aspecto de los monstruos que devoraron a Larra no ha cambiado demasiado con el tiempo.