En la Antigüedad se creó un número importante de escrituras, algunas de las cuales tuvieron un uso muy efímero, mientras que otras con mejor suerte, como el alfabeto latino, han llegado hasta la actualidad. El desciframiento de estos códigos, en los casos en que su conocimiento se había perdido, nos ha facilitado el acceso a un valioso corpus de textos que nos permite reflexionar sobre las sociedades antiguas. Pero, además, los propios sistemas de escritura su creación, uso y en ocasiones abandono son a su vez un elemento de análisis destacado que puede iluminar facetas muy diversas de dichas sociedades. Estas van desde la política hasta la religión o la vida cotidiana y en todas ellas el uso de la escritura no debe entenderse como la solución preferible, sino como una decisión contingente por parte de un pueblo o un grupo social en un momento determinado que refleja el valor que otorga a la palabra escrita y la relación que esta tenía con la transmisión oral. En este sentido el recurso a un código ha de comprenderse siempre como una opción y su significado no será evidente hasta que no se compare con el régimen de la oralidad vigente en esa misma sociedad. La utilización de una escritura puede tener, así, diversas lecturas. A largo plazo, sin embargo, su presencia en la sociedad occidental ha condicionado, posiblemente ya de manera irreversible, tanto nuestra forma de comunicación como nuestro pensamiento.