Mi afectuoso saludo a unas cuantas generaciones que, por causas comunes o diferentes, tuvieron que bailar en la cuerda floja de su apasionado vivir. A los que llegaron a la meta apoyados en la certeza o en la resignación. A los que se perdieron por los distintos vericuetos que se les presentaban. El resto se dio otra oportunidad, si es que no se han perdido en un cisco de ataduras a sus propios pies.