LAS MANOS Sentir de pronto las manos de un dios desconocido ?por desmembrado suavidad en el tacto de la oruga cuando repta por el cielo de la boca. Manos que, en su día, cruzaron los mares impalpables de la nostalgia ?piel de nuestros pechospara ver las strellas de sus hijos crecer por horizontes. De vuelta siempre a la tierra de origen que es sólo un mundo que transita en la uñas del cíclope. Esas mismas manos que, durante el trayecto gestual del propio movimiento, acarician por un pulso la leve curvatura del aire entre sus dedos. Manos que buscan la seda del tacto allende los límites del futuro: moreras en sombra del tiempo, capullo de temblor en cada palma. Para que alguien pueda leer sin esfuerzo el porvenir de cada roce, por el módico precio de un saludo al despedirse.