Apenas el lector comience a leer el libro que tiene en sus manos percibirá que está escrito con pasión hacia la historia que narra, y con afecto y empatía hacia los muchos personajes que la pueblan: de Rubén Sinay a Simón Gordon, de Benche a Leike Kogan y tantos otros. Nerina Visacovsky ha logrado un raro y difícil equilibrio entre su simpatía y su ecuanimidad porque también ha logrado reflexionar serenamente sobre esa experiencia. Ello hace aun más persuasivo al libro, que si por una parte busca salvar muchas historias de personas de la ?enorme prepotencia de la posteridad?, por el otro ha logrado dar una imagen convincente de las ambiciones e ilusiones que estuvieron en sus comienzos, y de los contextos y problemas que signaron su declinación.