Este poco conocido ensayo del autor escocés es, precisamente, un canto a la vida. En él, el genial autor desvela los ingredientes esenciales de su visión vital.
La sabiduría de la ociosidad, por ejemplo, enfocada a la certeza de que non hay deber más infravalorado que el de ser felices. O la ociosidad como concepto revolucionario: si una persona no puede ser feliz sin estar ociosa, ociosa tiene que permanecer. Para el autor, la ociosidad, que no consiste en no hacer nada, sino en hacer muchas cosas no reconocidas en los dogmáticos formularios de la clase dirigente, tiene tanto derecho a mantener su lugar como la misma laboriosidad. Y goza de un camino inexcusable: el que discurre por caminos poco frecuentados, que la llevarán hasta la consolidación del sentido común.