Tras el estruendoso fracaso de las predicciones sobre el final del milenio, podría esperarse que tardaríamos bastante en dejarnos llevar por una fiebre similar, sin embargo no ha sido así. A medida que nos aproximamos al año 2012 -el cual, según el calendario maya marcará el final de esta era- la idea de un próximo acontecimiento apocalíptico no sólo se resiste a abandonar el escenario, sino que está tomando una fuerza impredecible. Todos estamos viviendo una especie de aceleración cada vez mayor. Sentimos que vamos vertiginosamente hacia algo, pero ¿hacia qué? Las mentes más brillantes de nuestro tiempo nos dicen que estamos en un punto crucial de la historia y que nos enfrentamos tanto al peligro de un colapso global como a la inigualable oportunidad de una renovación sin precedentes. Al parecer nos quedan sólo unos años para llegar al punto en el que no habrá ya posibilidad de retorno. O cambiamos radicalmente o los sistemas social, económico y ecológico que enmarcan nuestras vidas se vendrán abajo. Las profecías al respecto son muy abundantes. No estamos ante el fin del mundo, pero sí ante el final de una etapa, después de la cual podría surgir un nuevo amanecer.