Este libro, que lleva un magnífico prólogo de Violeta C. Rangel, uno de los heterónimos del escritor de Fuenteheridos Manuel Moya, no contiene floritura alguna, ni falta que le hace. Cada uno de los personajes que se pasea por los arrabales de Drink River vive su destino como algo inevitable, como usted y como yo vivimos el nuestro: como podemos, sin darnos cuenta siquiera las más de las veces hacia dónde, hacia qué lugar somos arrastrados por esta vorágine que denominamos vida.