Argumento de Antiapología en Defensa de Alberto Pío, Príncipe de Carpi, Frente a Erasmo de Rotterdam
Si del talento innato, por un lado, y del trabajo laborioso, por otro, no es insensato prever la llegada de buenos frutos, resulta obvio que del feliz encuentro de ambos no se puede sino anticipar la recogida de una óptima cosecha, como bien acredita la figura de Juan Ginés de Sepúlveda. A este español por nacimiento, aunque la patria de todo hombre culto es su solo saber que no entiende de fronteras, lo reconoce hoy la posteridad por habernos dejado el legado precioso de una vasta y conspicua actividad como autor, traductor y exegeta. Hé aquí una obra que, escrita en un lugar y un tiempo en que no fue fácil hacer valer la propia voz, se yergue como testimonio de una clarividencia excepcional y de un insobornable afán de probidad y justicia.1