Al final de su vida, un anciano Maseda rememora episodios como su viaje en el tren que atravesó Europa hasta Rusia, las batallas en las que participó y los trece años de cautiverio que sufrió en diversos campos de trabajo de la Unión Soviética. Hasta que por fin, en 1954, fue devuelto a España junto a otros prisioneros divisionarios y republicanos en el barco griego Semíramis, uno de cuyos oficiales recordaría: «Cuando dejó de verse en el horizonte la tierra rusa, se quitaron las ropas gruesas y bastas que llevaban y las tiraron al mar. Nadie que lo haya visto podría olvidar aquella escena de casi trescientos prisioneros llorando sobre la cubierta de un barco».