Andrés, nuestro querido protagonista, abandona el hogar familiar a los veintiocho años sin oficio ni beneficio ¡pobrecito! , forzado por la incomprensión e intolerancia de aquellos que le rodean. Su aciago destino le conduce a un Madrid que recién estrena la década de los 80 y que le aguarda con las fauces bien abiertas para sorberle de un trago la inocencia. La novela entera es sólo un capítulo de un peregrinaje con vocación de continuidad. Tras el rosario de acontecimientos que en ella se narran, la pretensión de Andrés es encontrar un ideal lo suficientemente elevado como para ser merecedor de sus talentos; un ideal que le redima de toda desventura habida y por haber y le salve de claudicar contaminado por la mediocridad imperante. Mas bástele a cada página su afán y que sea el orden quien gobierne en estos textos de forma que con vuestro buen entendimiento deis sentido a tanto esfuerzo. Y aprovecho, al paso, la ocasión para loar vuestra atención, pues bien conozco yo la ardua lucha que la letra impresa ha de sostener con la televisión.