Pero la novela trasciende lo propiamente genérico y se constituye también como una crítica y un reflejo de la sociedad que se nos describe. Son los últimos años del franquismo y la vida también puede entenderse como un género compuesto por multitud de normas y reglas morales, políticas o sociales que condicionan el existir cotidiano de los ciudadanos. Es la sociedad de la apariencia. Se puede ser lo que se quiera, pero siempre dentro de un orden y, sobre todo, siempre sin manifestarlo públicamente.
Agustín Faro nos propone un juego divertido, una narración sencilla y lúdica, pero salpicada de continuas reflexiones acerca del sentido de la vida. No del sentido profundo ni trágico, sino de la vida entendida como una sucesión de pequeños actos que van definiendo la existencia cotidiana. Todo eso es Andanzas y desventuras de un pícaro moderno, una novela que recupera el gusto por narrar, por contar historias, la historia de un muchacho que se adentra a trompicones en una sociedad hostil, más hostil, si cabe, cuando es uno mismo que ha debido ir labrándose el duro ejercicio de vivir.