En un mundo salvaje, falsamente «facilitado» en muchos aspectos por la modernidad, el destino del individuo parece ser el mismo que en la vieja noche de los tiempos: la lucha contra los elementos, sean estos cuales sean. Quizá el paisaje ha cambiado, así como nuestra sensibilidad para aceptar la vista de la arcada de la sangre sobre el suelo, pero la vida sigue siendo un paseo peligroso por el tiempo que nos ha tocado vivir: crisis profundas, monedas como balas, inseguridad personal y colectiva, precariedad laboral para los cazadores, intensa hipocresía? inmenso desconcierto. Uno ya no sabe hacia dónde apuntar ni de qué fieras defenderse. Y todo ello sin el consuelo de la épica y sin poder ni siquiera dramatizar, con la vulgaridad del sumiso tiempo sucesivo e incansable como única compañía. Esta andábata sólo nos muestra un asalto más, nos presenta una acción general desde un escenario particular: la intimidad de su propio pensamiento. Condenada a ser derrotada tal vez en el próximo asalto del tiempo, pasea por la arena del momento actual su grandeza, su pequeñez, su lucidez, su ceguera, su miedo, su valor, su crueldad, su sentido del humor y su ternura. Puede que la conozcamos, que luchemos junto a ella o contra ella y alguna vez hayamos buscado con cierta nostalgia la mirada de unos ojos vendados que piden, desde lo oscuro, nuestra complicidad. Morituri te salutant.