Avanzo hacia ti, entre el fragor de esta ciudad huraña. Atrás, a mi espalda, contra la colina, se recortan los altos edificios con sus azoteas desiertas y sus jardines marchitos. Firmes mis pasos sobre el pavimento oscuro. En mi mano, un ramito de alhelí envuelto en papel regalo. Tu postal en el bolsillo. Es de noche y no huele a frutas maduras en esta calle empinada, donde por minutos se alcanza a escuchar una mezcla perfecta de músicas dispersas. Incongruente voy rehaciendo de memoria tus labios, tus ojos y hasta tus manos. Es leve la llovizna que cae sobre mis hombros y sobre los tejados. Mi corazón palpita acelerado; bajo el abrigo liviano, donde en un misterio se quedaron impregnados pedazos intangibles de las voces de ese universo de sueños del concierto al que asistimos el viernes. Camino presuroso hacia tus brazos, hacia tus besos, a lo largo de este barrio desolado