Alfonso Cuixot, un solterón ampurdanés con el cerebro empachado por la lectura desordenada de libros esotéricos y tratados de música, decide dejar de lado la teoría y entregarse en cuerpo y alma a la práctica de todo cuanto ha aprendido:
"He perdido ya medio siglo en especulaciones filosóficas y religiosas que mucho me han enseñado pero que poco me han aclarado...". Así abandona su monótona existencia para lanzarse a la búsqueda del necesario maestro que le ayudará a entrar en una cadena iniciática a fin de incorporar etéreos saberes esotéricos.
Alf y su fiel amigo el joven Bernat llegarán guiados por una cotorra en la que ha reencarnado un terrorista, hasta la casa de Cardenio, en el pico de un monte.
Allí tendrá lugar el magno acontecimiento que durante cincuenta años nuestro protagonista ha estado soñando.
La novela de Richardson pertenece a lo que podríamos llamar Novela iniciática y es, junto con Julio Llamazares o Fernando Fernández, uno de los pocos autores que la cultivan en nuestro país. Maestro de la paradoja y del desenlace imprevisto, Richardson choca, desconcierta y escandaliza al lector que se ve vapuleado entre la solemnidad de la meditación de los textos sagrados de todos los tiempos y la irreprimible carcajada. Parodiando el "la letra con sangre entra" del Quijote, Richardson parece enseñarnos que la verdadera sabiduría con risa entra y que si algo distingue al hombre del animal es precisamente el sentido del humor.