Este libro pretende ser un epistolario con personajes que han aportado al autor una luz para la comprensión del mundo y su belleza. Las cartas que lo forman no nacen de un plan definido, sino de impulsos repentinos o por maduración de pensamientos fermentados en la mente durante años. Sin embargo, el epistolario acaba siendo una alabanza a la misericordia de Dios, Padre del mundo, de su belleza y de todos los que han sabido o intentado transmitirla. Está inspirado, subconscientemente, en los diálogos de ultratumba de Dante Alighieri en su «Divina Comedia» o en las tertulias de egregios que mantenía Maquiavelo en su destierro de Florencia con personajes de la historia. También Quevedo ha dejado su huella en el título. Son preguntas, sin respuesta en este mundo, y charlas que el autor querría mantener en el Paraíso con sus corresponsales para conocer y agradecer las raíces profundas de su inspiración.