No es un libro «de teología» ni «de moral». Es el resultado de dejarse envolver por textos de los evangelios y moverse dentro de ellos desde toda la persona que uno es. Son más invitación que afirmaciones, propuesta antes que conclusión, mano extendida antes que puño cerrado. Desde la túnica sin costuras, pasando por las preguntas de Juan, se detiene en la lección de amor junto a un pozo, va a la boda a la que Jesús fue invitado y charla libremente con Zaqueo, Tomás, Marta y Judas. Y reflexiona sobre la posibilidad de que los camellos acaben pasando por el ojo de una aguja.
Mons. Luis Alberto Luna Tobar, Arzobispo de Cuenca de Ecuador, recientemente fallecido, escribió sobre este libro: «Alguien sabe bien que escribo estas letras guiado por las suyas y que, si él no las compuso para que yo las leyera, yo sí las escribo para que esté seguro de algo que, en tratándose de leer, no se repite muchas veces: la incontenible pasión de seguir y seguir leyendo y releyendo, buscando lo mismo y algo más y encontrando en cada empeño relector tantas realidades nuevas, de aquellas que revela la Palabra en su filo o de las que el filo de la Palabra va descubriendo en su contorno de carne, en su aliento interior, en la sencillez de su poder convincente, en la claridad con la que nos acerca al misterio y nos deja en él, como si quedáramos abrevándonos en una campesina fuente de agua».