Tomás se descubre a fogonazos, como si no pudiera evitar que su inteligencia fuese un paso por detrás de sus acciones, hasta que la dinámica de las cosas le lleva a participar en un acto que no puede perdonarse a sí mismo. Es entonces cuando se siente obligado a sentarse frente a la única persona que le puede juzgar y perdonar. Este título es una de esas novelas que tienen el valor y la maestría de agarrar del cuello, en toda su complejidad, a esa edad tan ambigua, desprotegida y violenta de la adolescencia.
El autor resuelve el tapiz con la maestría psicológica que le ha convertido en uno de los escritores de referencia de su generación en uno de sus textos más logrados y conmovedores: un cóctel explosivo entre el Pavese de El bello verano y los adolescentes de Gus Van Sant en Elephant.