Claudia se encendió un cigarrillo mientras trataba de ignorar la mirada de las personas que en ese momento se cruzaban con ella. La lluvia que hacía no mucho había ondulado su pelo, se secaba ahora sobre el asfalto de la calle, una calle que empezaba a recibir entre sus sombras la luz de lo que sería un día más de aquel otoño húmedo y adormecido. Su maleta negra, sucia tras el largo viaje, empezaba a acumular el peso de una noche sin dormir. Personas muy distintas cruzaban miradas con ella, algunas con sus ojos, la mayoría con su cuerpo vestido de rojo y guitarra. Tratando de ignorar la lascivia y sus comentarios, Claudia aplastó el cigarrillo contra el tacón y respiró un aire contaminado y lleno de libertad que empañó sus ojos y sus ideas. Así empieza Afrodita en la ventana, una novela en la que distintos personajes del Madrid más castizo se despliegan en dos tramas paralelas pero conectadas. En la primera de ellas encontramos a Claudia, una chica joven e inexperta pero muy atractiva que, recién llegada a la ciudad, tiene que enfrentarse a sus miedos y a las complicaciones que le van surgiendo en su lucha por ser feliz. En la segunda historia, Ismael establece una relación cercana con un grupo variopinto de personas que viven en las calles de Madrid y a los que necesita incluso más que ellos a él. El hilo que conectará ambas historias será la admiración que Claudia despierta en Ismael, quien no podrá evitar establecer una relación insana de obsesión a través de la ventana por la que la ve vivir.