Primero fue el acertijo y, cuando este se arropó con el verso, nació la adivinanza. Ambos coinciden en formular una pregunta ingeniosa, pero se diferencian en el lenguaje empleado, porque el acertijo se expresa en prosa, y la adivinanza en verso. Efectivamente, el acertijo se expresa en una prosa espontánea, racional, objetiva, abierta a todos los temas y crítica; mientras que la adivinanza se expresa en verso, en un lenguaje más elaborado, pictórico y musical, que resulta, ante todo, intuitivo, subjetivo, circunscrito a la creación estética, y pertenece a una literatura mucho más poética. El acertijo es juego, humor y fantasía. La historia de la literatura estudia el refranero o el romancero, pero no los acertijos, de hecho no existía un término que definiera el estudio de esta forma literaria, tan importante y tan olvidada, hasta que, a finales del siglo pasado, se acuñó para ello el término «acertijero».