Su hijo de cinco años había prendido fuego a la cocina accidentalmente. Su hija estaba de mal humor, como siempre. Nadie había dado de comer al bebé. Y la abuela de las criaturas, que era la «niñera», se había fugado con un artista. ¿Qué más podía pasarle? Pues que apareciera la bellísima hija del artista ofreciéndose a cuidar a los niños hasta que volvieran los recién casados. ¿Podía confiar en ella y dejarla vivir bajo su mismo techo? Y sobre todo, ¿podía fiarse de sí mismo?