Ante Dios recién nacido, ¡cuántas cosas grandes, divinas y humanas, que contemplar, que paladear, que admirar, que meditar! Y al hacerlo, ¡cuántas cosas grandes, divinas y humanas, llegan, reposan y quedan para siempre en el alma!
Estas páginas son una invitación a dejarnos iluminar por los destellos divinos de Belén, y abrir así nuestra alma a la amorosa misericordia de Dios con los hombres, al amor eterno de Dios que Cristo trae a la tierra.