31 de agosto. Un cuerpo en la calle, un Inspector de homicidios joven y vanidoso, un viaje con dos senderos. No hay huellas, no hay móvil, no hay errores. Sólo, una fecha inquietante... y un nuevo jaque. A partir de ahí, el pasado regresa para instalar la incertidumbre en la mente clara de Julio Araúzo y su escueta vida privada aprovecha para abrirse camino mientras, él, intenta deshacer el nudo de indicios y sospechas. A medida que elimina opciones, el objetivo se va disipando, fundiendo hacia la nada. Sólo su ingenio y su intuición le dan razones para seguir incidiendo en la causa que, aún, sin pruebas, nada ni nadie puede descartar. Se lo jugará todo a vida o muerte.