Durante cinco años, desde 1992 a 1997, me dediqué a ir anotando todos aquellos juegos que realizábamos en las reuniones semanales del Círculo de Ilusionistas Malagueños. Entre los asistentes podría mencionar a un Daortiz con apenas quince años que se hacía noventa kilómetros para poder asistir, y asombrarnos con su desparpajo, simpatía y sus locuras, y con quién tuve la oportunidad de compartir algunos proyectos, y lo que tal vez muchos no sep