Cuando en 1894 se descubrió que alguien estaba traicionando al ejército francés, un fraudulento consejo de guerra condenó a un oficial judío, el capitán Dreyfus. Indignado ante esta injusticia, Zola intervino con la única arma de que dispone un intelectual : la pluma. Su violento Yo acuso (del que incluimos un facsímil) le valió la condena a un año de prisión y despertó reacciones desgarradas. La polémica suscitada por Zola, poniendo en entredicho al Estado, al poder judicial, a la Iglesia, a los medios de comunicación y a la opinión pública, dio lugar a la figura del hombre de letras preocupado por desenmascarar la verdad, figura que más adelante recibió el nombre de «intelectual comprometido».