Durante su larga y fructífera asociación con el productor independiente Samuel Goldwyn, Wyler se convirtió en un director de proyectos de prestigio, a menudo adaptando obras de teatro de los dramaturgos más importantes de su época. En un esfuerzo por mantenerse fiel a las piezas que filmaba, fue pionero en el uso del enfoque en profundidad, lo que le permitía llenar sus fotogramas de vida. El impacto emocional era el nombre del juego de Wyler, y su mas efectiva colaboradora fue Bette Davis, memorable en Jezabel, La carta y La loba.
Wyler consiguió formidables logros en géneros dispares, culminando con la multioscarizada Ben-Hur, tras la cual su carrera finalmente inició su declive. La reputación del cineasta decayó en los años sesenta como resultado de lo que algunos críticos vieron como una "actitud errática en la elección de temas y una creciente tendencia a la pomposidad y la pretenciosidad". Sea cierto o no, muy pocos directores en la historia de Hollywood han hecho tantas películas tan enormemente respetadas, llenas de decisivos momentos emocionales y de interpretaciones marcadas a fuego.