Unidos, se convirtieron en un ejempo de elegancia que ratificaron con una de las colecciones de joyas más importantes del Siglo XX, vinculadas a mensajes de amor, de deseo y hasta de inquietud, determinando hitos en sus vidas, quizás como un particular código de comunicación. Caprichosa y excéntrica, el depuesto rey cumplimentó sus extravagancias adquiriendo bellas creaciones firmadas por prestigiosos joyeros, que ella lució con arrogante elegancia.
Jamás ostentó un título real, ni ciñó una corona pero compitió en explendor con nobles de cuna, en un intento de ocupar un puesto para el que no estaba destinada; cuando su verdadera obstinación era el poder que su esposo no le concedió...
Después de traducir y contrastar diversas fuentes de información, así como de recavar material fotográfico, deseo compartir con el lector el interés que en mí suscitó la trayectoria de dos personalidades que consigo se llevaron a la tumba un secreto, quizás de amor...
Gustavo Marinaro