?Alejandro de Luna (que no Campos) es un poeta que con su obra La voz del pueblo nos incita a mirar (y, ya digo, a ser mirados) desde el ángulo multiforme de sus versos para justamente descubrir «todos los lugares del orbe vistos desde todos los ángulos». Volvemos, pues, a Borges: si un pájaro es, a la postre, todos los pájaros, digo yo que en la luna lunática del espejo se condensa el infinito de todas las cosas, de todos los seres, de todo lo que fue y ha de venir? y aún no ha sido. ¿Y por qué no? Pasemos al otro lado. En el libro, que consta de 46 poemas, desplegados sin intencionalidad organizativa en la forma ajustada de las consabidas partes temáticas, cada composición es un mundo, una puerta abierta a una multiplicidad de universos interpretativos por parte del lector. En ellos habita el amor, que todo lo impregna con sus manos de fuego invisible, aunque tanto nos empeñemos en ignorarlo, quizás por miedo a vernos reconocidos en el otro que es, ¿a qué dudarlo?, nosotros mismos. De ahí parte Alejandro de Luna: de lo natural y sencillo, que es vislumbre de lo auténtico, para desplegar su universo desde la «Simplicidad» del primer poema, dedicado a Miguel Hernández y a Xaverio, el creador de los petrales adscrito a la estética cuántica. (¿Por qué será que cada cosa en cualquier lugar está en todos los sitios a la vez y asimismo es todas las demás cosas?). ? Miguel Ávila Cabezas