La necesidad de un cambio en la Constitución española es tan evidente que no es preciso insistir en ello. Menos extendida está la idea de que no basta un simple parche, una modificación que nos saque de momento de los atolladeros en que los que la sociedad y el Estado parecen estar encallados. Porque lo que demanda el espíritu de nuestra época es pura y simplemente el inicio de un proceso constituyente que recoja el impulso de una nueva sociedad que se abre paso, y que descanse en un nuevo concepto de igualdad que conlleve como elementos fundamentales el republicanismo y el feminismo.
Un proceso constituyente capaz de romper los candados con los que las elites blindan la actual Constitución y en el que se discuta desde la subordinación de nuestra Carta Magna a la ?Constitución de facto? que configuran las normas obligatorias emanadas de la Unión Europea, a la cuestión territorial ?que no admite espera?, pasando por la reconstrucción del Estado social y una imprescindible y urgente reforma del sistema judicial, con la corrupción como destacado objetivo.