La poesía de García Montero es un bien que se comparte, y tal cosa no es un resultado fortuito sino un designio de principio. Así es como se unifican en un solo y gran poeta ese poeta político que debe tanto a Alberti (a quien homenajea una composición de este libro), con el poeta elegiaco y memorioso (albacea de Gil de Biedma, también celebrado en Jaime), con el poeta travieso que oscila entre Villon y Woody Allen (pasando por Lope de Vega) y con el poeta erótico capaz de escribir algo tan intenso como La legitimidad del sol nevado, que es una defensa e ilustración de la mo noga mia elegida, aunque quizá no tan explícita como ese madrigal aforístico envidiable que sólo dice Nadie besa dos veces/ a la misma mujer (Mi futuro y Heráclito).
En Vista cansada, el lector de García Montero sigue encontrando muchas veces esos versos que se yerguen decididos y retadores, casi lapidarios, y al lado, la habilidad del poeta-narrador que conoce comonadie el secreto del montaje emocional.
JOSÉ-CARLOS MAINER