El autor narra la historia de un hombre que en la niñez perdió a su padre, quien, a su vez, perdió al suyo en la infancia, es la voz de una ausencia y es el recordatorio de un hombre que abandona a su esposa, reniega del pasado y anhela la primavera estremecida del otoño en el perfume de una mujer por nombre Soledad. Es también un espejo en el que se mira el enamorado de su esposa, que, desasosegado por una relación incierta, busca consuelo al otro lado del mar océano. El desdibujado y presunto amor a la mujer deseada y el desprecio al marido se refieren en unas cartas y en un cuaderno que exaltan la aventura caminera como razón de ser en donde se encienden y apagan amores abrasados. Los móviles que mueven las conductas se oscurecen o niegan, la impostura y la verdad, lo vivido o imaginado, por deseado, se confunden porque es imposible despegarse de la propia sombra, esa esencialidad desconocida que se diluye en la añoranza del otro, pasión que hormiguea insatisfecha en una carne que solo es vida de tinta que el agua del tiempo deslíe hasta borrarla para siempre.