Theodora deja atrás Edimburgo, y a un pretendiente desilusionado, con una pequeña herencia y sus tres únicos vestidos. Pone rumbo a Rumanía, un lugar donde aún se cuentan entre susurros historias de vampiros, para visitar a una vieja amiga y escribir el libro con el que va a lograr ser una mujer independiente de verdad.
El castillo situado en los Cárpatos al que llega es un lugar imponente y deteriorado repleto de excéntricos habitantes: la achacosa condesa viuda, el pesaroso administrador, su temerosa amiga Cosmina... pero ninguno de ellos alcanza el oscuro encanto del conde Andrei Dragulescu, el amo del castillo.
Andrei resulta desconcertante y cautivador a partes iguales, es un noble adusto que aviva la imaginación de Theodora y despierta en ella pasiones innegables e imposibles de ocultar. Es un hombre de un magnetismo superlativo que ejerce un dominio absoluto sobre el supersticioso pueblo, y ella podría convertirse en una más de las muchas personas que tiene a sus pies.
Antes de finalizar su estancia allí y de terminar de escribir su novela, Theodora va a encontrar cosas extrañas y terribles a la par que seductoras. Obsesionarse con algo puede llegar a ser funesto, y ella corre el peligro de acabar siendo víctima de algo más que el deseo.