Yacía en el suelo en decúbito prono, desnuda toda su piel suave, muy blanca y lechosa, pero en su cuerpo de hembra atractiva destacaban las marcas de la brutalidad, del sadismo. La muerte había hundido sus afiladas garras en ella. En la salita, un televisor encendido. Un programa de noticias seguía informando, el volumen sonaba muy alto, posiblemente había servido para absorber los gritos de la víctima en el momento del crimen. Así comienza una de las mejores obras de Ralph Barby, reeditada recientemente y por primera vez en formato electrónico.