En un chocante contrapunto a la aturdidora riqueza de la cultura cingalesa, el autor remata su experiencia convirtiéndose en un Robinson voluntario en una isla desierta del archipiélago de las Maldivas, completando con ello un ciclo entero de reflexión y de vivencias donde se combinan un lúcido cuestionamiento de los valores occidentales y el sentido de la aventura.