Frente a la concepción posmoderna que enfatiza el relativismo y la desconfianza ante los discursos racionales, Bernard Williams defiende en esta obra los valores liberales que hemos heredado de la Ilustración, y recuerda la necesidad de cuidar virtudes como la sinceridad y la autenticidad para mantener el funcionamiento de unas instituciones sociales que aspiren a propiciar una vida justa.