Cristina Salas se desnuda completamente en esta obra, y así, desprovista de todo, sin más herramientas que el alma en una mano y la pluma en la otra, dibuja, a golpe de verso, una realidad cotidiana no exenta de profundidad. Eje fundamental de esa realidad es el amor, un sentimiento entendido como un bien que debe ser compartido y proyectado hacia los demás; precisamente la falta de correspondencia en el amor provoca los más hermosos versos de este libro, por la inmensa ternura que de ellos se desprende, o por la fuerza de los reproches que contienen. Pero alcanza este sentimiento una dimensión más amplia y moderna cuando su destinataria es nuestra maltratada Madre Tierra, con quien la autora propone una complicidad absoluta, e insiste en el deseo de vivir (y morir) en plena integración con esta. Arrastrada por esa fuerza que la empuja a mostrarse, Cristina nos hace llegar, en algunos poemas, paisajes urbanos, aromas y sonidos de su Argentina natal, una tierra que, si bien abandonó hace tiempo, siempre lleva consigo; en otras composiciones se deja traicionar por su faceta de narradora, permitiendo que duendes, hadas y otras criaturas mágicas más propias del cuento se hagan con el timón de sus versos. El resultado es un sincero y bello collage que Cristina Salas hace de sí misma.