Velázquez dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a su faceta de retratista cortesano, analizada aquí desde el punto de vista de las fórmulas de representación que fue adoptando, fruto siempre de un compromiso entre los retos estéticos, la cultura ceremonial de la época, los ideales políticos, la tradición y las expectativas que generaba la representación del rey y su entorno.
Entre retrato y retrato, el sevillano se acercó a la «pintura de historia», campo en el que hizo gala de extraordinaria originalidad a través de narraciones complejas construidas con una técnica distinta y original. Fue ahí donde expresó de manera más explícita su postura ante la tradición pictórica y el papel que deseaba desempeñar dentro de ella.
A través de los catorce textos que componen este volumen, el autor plantea una de las reflexiones recientes más certeras sobre la figura de Velázquez y el significado de su obra.