Argumento de Veinte Perros Muertos
Tarde de calor. Sofocante. De pronto, inesperadamente, alguien llama a nuestra puerta. Al abrir sonreímos. Son Germán, Raquel y sus hijas. Tanto tiempo Emma, mi esposa, se alegra por la visita. Yo casi nada
Ahora comienza la demora, el acoso. Ellos nunca se irán de nuestro hogar. Una visita eterna, extendida en el tiempo como una mancha de aceite sobre el suelo. Una invasión en toda regla que revuelve no sólo los sentimientos de Emma y de Modesto, sino también sus esquemas de valores, sus propias individualidades. Sexo, incesto, voyerismo, frenesí Y chantaje emocional que va poco a poco separando los destinos de la pareja.
Metáfora de la despersonalización que el ser humano está experimentando desde que los medios de comunicación más modernos (televisión, ordenadores, tabletas, móviles) hicieron acto de presencia en nuestras vidas de forma intensiva. Hogares asaltados y voluntades asediadas.
Esta novela es un ejercicio figurado y alegórico de todo aquello que llegó hasta nosotros, colándose en nuestros hogares y en nuestras vivencias, para no abandonarnos nunca más.1