Argumento de Uso Recreativo de Senderos
Existen un gran número de actividades que conllevan un ejercicio físico y que se desarrollan en contacto con el medio natural, de entre ellas el montañismo y variantes (senderismo, etc.) son la que mayor prestigio poseen, a partir de aquí las actividades se identifican con el sobreesfuerzo y el riesgo (escalada, barranquismo, ciclomontañismo, parapente, etc.), llegando hasta los que se han venido a denominar como deportes extremos (puenting, etc.), y a los que rehuyen el esfuerzo y buscan el placer de sensaciones nuevas muy relacionadas con la velocidad y la destreza (conducción de vehículos todo terreno, esquí acuático, etc.) (BLÁZQUEZ y SÁNCHEZ, 2001, 6). Son múltiples y muy variados los criterios considerados en los intentos de clasificaciones taxonómicas de estas prácticas, no obstante, las más numerosas atienden al elemento geográfico implicado como variable fundamental para diferenciarlas (cuadro 1). Dentro de este universo de actividades, en esta publicación se van a analizar un grupo de ellas que cuenta con una demanda y oferta creciente a escala nacional, al incluirse dentro de las consideradas actividades terrestres que, según datos aportados por García Ferrando en su encuesta de hábitos deportivos de los españoles en el año 1995, eran practicadas por un 86% de la totalidad de los usuarios de actividades físicas de aventura en la naturaleza. También la vertiente deportiva en Andalucía muestra el peso indiscutible que adquieren las actividades practicadas en el medio terrestre ya que, en relación con las licencias federativas vinculadas a deportes en la naturaleza en Andalucía, mientras que un 37.44% de las mismas se refieren a prácticas terrestres, sólo un 5.09% y un 0.25% lo hacen en prácticas acuáticas y aéreas respectivamente, por tanto, nuevamente queda remarcada la importancia de estas prácticas terrestres.1