Por un lado, la voluntad salvífica universal del Dios; por otro, la unicidad del mediador Jesús:< Ello induce a tomar el tema de la universalidad del pobre para ver si en torno a él puede estructurarse mejor el problema de la relación entre las religiones de la tierra. A este respecto, todos necesitamos una conversión que, de producirse, quizá nos llevaría a un ecumenismo mucho más fácil que el que surge de las meras discusiones teóricas y que, al menos para el caso del cristianismo, no es una mera reforma moral, sino una conversión teologal: un redescubrimiento del Dios vivo.