Para Quique cualquier momento (una clase, una tertulia con sus amigos, al finalizar un partido de fútbol) era bueno para apuntar ideas. Anotaciones en papel en sucio, apuntes tomados en cualquier parte, que después analizaba para sus futuros escritos. Tras su fallecimiento, sus relatos (algunos inacabados), cuentos y poesías, escritos con una pipa en la boca y una pluma en la mano, habían estado «descansando» por años, archivados en su carpeta azul, guardados en un armario. Hoy, su hermana Ana los saca a la luz en una Una sonrisa al pasado. Quique siempre supo sacar a todos una sonrisa con su ironía fina, su rapidez mental y su cariñoso saber estar al lado de los que quería. En sus escritos, hacía guiños a aquellos que apreciaba. Por ello muchos que lo conocieron se sentirán en estas páginas identificados... y amados.