Antonio vuelve a España, tierra que tuvo que abandonar siendo aún niño porque su familia perdió todo lo que tenía durante la guerra civil española y sufría el acoso de la vecindad por sus ideas liberales, con la intención de enterrar las cenizas de su difunto padre junto a los restos de sus abuelos, que tuvieron la suerte de no ver la presión a la que se había visto sometido su hijo.
En sus paseos por Villanueva, que ya poco tiene que ver con la ciudad que habían visto sus infantiles ojos, recuerda con emoción la tierna historia de amor que protagonizaron sus padres, así como los altercados que causaron que finalmente huyeran del suelo patrio en busca de un futuro mejor, mientras se dedica con ahínco a cumplir con la misión que lo había traído de regreso, con la inocencia de quien no guarda rencor por el pasado.