Ella era el pecado en persona.
Perseguido por antiguas tragedias, el infortunado laird Athdar MacCallum se había entregado a su gente y había jurado no volver a casarse. Hasta que quedó embelesado por la belleza inocente que se reflejaba en los ojos de Isobel Ruriksdottir. Isobel se sentía atraída por la vulnerabilidad que intuía tras la atractiva fachada del jefe del clan. Pero, con la oscura maldición que parecía pesar sobre su persona, le estaba negado casarse con él. Estar juntos solo podría ponerlos en peligro, pero la atracción de arriesgarlo todo por la pasión era imposible de ignorar.