Pero la vida, el día a día, es un continuo suceder de estos amores y para nuestro asombro tan inmensos y excelsos como los inmortalizados por Shakespeare y Cervantes e igualmente dignos de conocerse. Uno está sin duda predestinado desde la cuna, por lo que su devenir por la vida resulta, cuanto menos, asombroso. Pues la vida nos asombra más allá de lo que podemos discernir.
Y así vamos pasando de la niñez a la adolescencia, no sin que te ocurra algo de lo anteriormente hablado, pues en esta etapa de la vida idealizamos más las cosas, cuanto más si empezamos a tratar al sexo contrario, un mundo nuevo lleno de ilusiones se abre para nosotros, pero es en la juventud cuando a modo de flechazo llega lo que te está predestinado y sin duda lo vas descubriendo y reconociendo, pero ¡ojo! Ello puede cuajar y consumarse o quedarse en amor platónico y no por ello ser menos bello. El amor es un elemento primordial, principal y eje de nuestras vidas, que giran alrededor de otros componentes como son el estudio, el trabajo, los viajes, el contacto con la naturaleza, la lectura y todo aquello que es de nuestro agrado, lo que queremos y por lo que luchamos a lo largo de nuestra vida.
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